Por Hernán Álvarez
Universidad Nacional de Rosario (UNR)
Qué hacen con los cuerpos y cómo los usan los actores y las actoras de la política en el modo IG de la vida. Cómo otros quieren mostrar los cuerpos de los demás. El cuerpo como constitución de estrategia y táctica de políticos, medios de comunicación, ricos y famosos. El cuerpo, como contenido central en el modo Instagram de la vida.
El presente trabajo pretende esbozar un análisis sobre el uso del cuerpo humano como contenido de comunicación social por parte de medios masivos y actores políticos y sociales y la analogía que subyace entre el modelo de la instagramización de la vida y las revistas impresas sobre historias de ricos y famosos que se distribuyeron masivamente durante la segunda mitad del siglo XX en Argentina, Estados Unidos y Europa.
¿Viene de esas páginas para hojear el modo de producción para Instagram y el resto de las redes sociales? ¿Ocupan los mismos moldes y modos de producción en los que el cuerpo humano es el contenido central? ¿La diferencia es que ahora, con el modo IG de la vida, el usuario/productor ya no necesita ser rico ni famoso para volar en sus propias publicaciones, con su propia cuenta en redes y con su propio cuerpo como eje central de la narrativa que produce en internet?
Poner el cuerpo quiere decir, en esta línea de análisis, que tanto ricos y famosos, actores políticos, y simplemente usuarios y prosumidores conocidos o desconocidos tienen un modelo de producción a seguir en plataformas digitales y en el que el cuerpo se destaca como contenido central de toda operación discursiva (formatos, géneros y estilos) en las tramas y tramoyas de las narrativas contemporáneas.
Mito y rito: la producción de lo que antes era solo sobre ricos y famosos en revistas impresas de circulación masiva ahora también es para el usuario/receptor/productor de redes sociales con el grito esperanzador de estas plataformas que lo llaman a ser, ser visto, ser espiado y ser calificado, en una estrategia y experiencia de usuario en la que el cuerpo es el contenido.
Como objetivo de análisis, este escrito especifica: identificar analogías/similitudes entre Instagram como red social y como modo de producción y las viejas revistas impresas sobre ricos y famosos en las que la producción de cuerpos semidesnudos constituían los principales contenidos de esos medios masivos de comunicación social. Qué tipos de subjetividades producían (y producen) y consumían (y consumen) los usuarios en ambos ejemplos, de antes y ahora. También se pretende identificar las analogías de estos contenidos con el uso de los cuerpos en la política y dejar una puerta abierta a futuras exploraciones en el campo de la comunicación social, política, institucional, periodística, literaria y en las agendas del mercadeo de productos de la industria en general.
Las formas desnudas (o semidesnudas) del cuerpo humano aparecen representadas en Instagram como un contenido idéntico al que dio origen a las exitosas revistas de ricos y famosos en la segunda mitad del siglo XX, varias décadas antes de la fundación de la cultura dos punto cero y de las redes sociales en el ecosistema digital mediado.
En Instagram, Facebook, Twitter, Tik Tok o cualquier perfil o estado de WhatsApp aparecen estas formas ritualizadas (lo instagramizado) donde el ritual consiste en mostrar el cuerpo al exterior, sin que lo íntimo y privado medie como obstáculo. El contenido es el cuerpo semidesnudo o vestido, con el relato de alguna historia íntima/privada/interior que suponga un interés para el público y se adecúe a los fines de la estrategia de hacer llegar al público la imagen visual del cuerpo como contenido.
La actuación en una o varias fotos (álbum) y videos en muros o cajas de reeles e historias de redes sociales construyen la escena que representa una vida que supone un interés para el otro, que es el público/seguidor, emulando las viejas tapas de revistas de ricos y famosos. Opera en las pantallas un sujeto productor que supone que al otro le puede interesar su intimidad o privacidad. Las y los autores de la cultura dos punto cero no necesitan ser ricos ni famosos para armar sus historias y conquistar seguidores.
¡Ni siquiera influencer! Pensar la productividad del modo IG de la vida puede encuadrar en una forma de poder que plantea Michel Foucault (1988) cuando entiende que “se ejerce poder sobre la vida cotidiana inmediata que clasifica a los individuos en categorías”, en el sentido de que “los designa por su propia individualidad, los ata a su propia identidad, les impone una ley de verdad que deben reconocer y que los otros deben reconocer en ellos”.
El modo de operación de IG tiene al alma y al cuerpo prisioneros de plataformas que establecen estas condiciones de operación comunicativa y comunicable. De acuerdo a este imperio digital del modo Instagram lo comunicable es todo contenido vinculado a un cuerpo desnudo, semidesnudo o tapado pero con historias de privacidad e intimidad, en una convocatoria a ser calificado por el otro y a calificar al otro.
Los individuos que no son ricos ni famosos persiguen el uso de los mismos modos y formatos en sus prácticas comunicativas que se armaban hace décadas en las afamadas revistas sobre ricos y famosos. Interactúan y venden, trabajan, informan y entretienen en redes, emulando un espectáculo en las pantallas con miles o a penas cientos de seguidores. Paula Sibilia (2017) cita La sociedad del espectáculo, de Guy Debord (1995) y dice:
“En la sociedad del espectáculo, en fin, ocurre ´un deslizamiento general del tener en parecer´. Es justamente de ese parecer, de esas apariencias y de esa visibilidad de donde ´todo real tener debe extraer su prestigio inmediato y su función última´” (La intimidad como espectáculo. 2017, p. 99).
Guillermo Alonso (2021) analiza el caso de influencer en redes sociales con las “espectaculares imágenes tomadas en viajes por todo el mundo” en publicaciones que operan con la tentación de ponerle me gusta. Y el me gusta, el clic, el retuit o el compartido son operaciones que confirman haber sido observado, visualizado, por alguien que es el público/seguidor y que es necesario para cumplir el ritual de producir para ser espiado en la red. Pero el sujeto usuario/productor ya ni siquiera necesita ser influencer, ni mucho menos rico ni famoso, para cumplir con el modelo Instagram de la vida.
Las conductoras de televisión Sol Pérez o Florencia Peña, que semanalmente mostraban sus cuerpos semidesnudos en sus redes sociales, pueden operar en el encuadre de ricos y famosos, igual que en los años 90 en las tapas de las revistas Gente y Caras, en Buenos Aires, pero en el ecosistema digital sus millones de seguidores y seguidoras pueden producirse y reproducirse de la misma manera sin portar los mismos roles de conductores o conductoras de medios de comunicación, ni con las mismas etiquetas de ricas y famosas.
Puede analizarse entonces el objeto de la instagramización de la vida con un método de interpretación basado en un cruce: el modo Instagram de la vida para producir y exteriorizar/publicar/revelar la subjetividad -de lo íntimo- con el uso del cuerpo humano y consumir la subjetividad del cuerpo del otro (entre usuarios). Todo ello puede representar también el viejo esquema de procedimiento de la industria cultural: cuál es el código de procedimiento que opera la producción, reproducción, distribución y consumo de la instagramización de la vida.
El molde y modelo de producción –y de copia– de la instagramización de la vida puede ser interpretado desde la analogía que Instagram como red social muestra con viejas formas de contenidos de revistas del pasado en medios tradicionales en producciones de ricos y famosos para un público masivo. Aquello que lo tradicional como medio no permitía reproducir (el papel impreso), ahora los usuarios lo pueden hacer con sus propias cuentas de redes en esas plataformas.
El modo Instagram de la vida tiene un formato, un molde y un modelo de producción para los usuarios como productores que antes estaba permitido solo para ricos y famosos en los medios tradicionales. El usuario puede espiar para consumir lo producido por el otro, que es tan desconocido como él, sin que el otro sea rico ni famoso porque el contenido es el cuerpo, más que aquella condición de rico o famoso; y también puede producir/reproducir usando su cuerpo para ser espiado con el molde inspirado tanto por IG como por Gente o Caras.
La hipótesis en este análisis es que el público que espía opera entonces en la subjetividad del usuario/productor de redes sociales como mecanismo que pone en marcha subjetividad de mostrar el cuerpo semidesnudo en un ideal de producción que baja línea en una pregunta: ¿Cómo usás tu cuerpo? ¿Cómo querés que te vean?
El uso del cuerpo como estrategia y contenido del modo IG de la vida también puede encuadrarse en lo que plantea Benilton Bezerra (2002) cuando analiza la interioridad como forma de vida desde el psicoanálisis. Dice el médico brasileño: “Emerge una forma subjetiva particular, caracterizada por la interioridad psicológica, por la construcción de identidades fundadas en atributos y sentimientos privados y por la problematización o exploración de un repertorio afectivo íntimo”.
Aquí, la hipótesis plateada también puede definirse como título de toda esta historia: De los ricos y famosos a los nadie, lo que significa pensar en este sentido convergente digital de la vida, entre los cuerpos y las tecnologías de la comunicación. Ya no solo son espiados -y copiados- los cuerpos semidesnudos de los ricos y famosos. Hay un guion que opera como estrategia realizable –lo posible y accesible- para los usuarios/productores con la condición de que el cuerpo sea el contenido, más allá de la riqueza y la fama.
Un aporte conceptual de Guy Debord (1995) indica que “el espectáculo no es un conjunto de imágenes, sino una relación social entre personas mediatizadas por imágenes”. El autor de la Sociedad del espectáculo entiende que “el espectáculo es un modo de producción existente”, quiere decir real y objetivado, no una “decoración añadida” ni un “suplemento del mundo real”. En este análisis, se llega a la conclusión de que, instagramización de la vida, las redes sociales son esa realidad como producción existente y no un objeto que se adhiere a la realidad por mera añadidura.
En esas tramas y tramoyas de las narrativas del modo IG de la vida, Sibilia (2017) aporta una advertencia que interpela: “Vivir en la vidriera, sin embargo, tiene como contracara el riesgo de una vulnerabilidad inédita ante la despótica mirada ajena, que puede desdeñar el propio perfil sin que haya otras instancias donde refugiarse y desarrollarse de forma más protegida. Tanto la interioridad como la intimidad parecen haber dejado de cumplir esa función, al relajarse tanto sus barrotes opresivos como sus posibilidades de amparar y resguardar para fortalecerse”.
Por si todo el modo IG de la vida fuera poco, y por si faltara un guion más para los usuarios, Sibilia (2021) analiza una oferta en internet: “´Si usas redes sociales para producir tu propio contenido, deberías estar en OnlyFans´, aconsejaba la empresa al promover el nuevo servicio. ´Subes tutoriales, tips, material de detrás de escena o selfies sin parar, muchos de tus seguidores están dispuestos a pagar por ellos´”. La autora de Genealogía de lo obsceno: sexo y dinero, del burdel a OnlyFans analiza que “de modo casi espontáneo, OnlyFans se convirtió en una de las webs más utilizadas para el consumo de aquello que más abunda en internet: pornografía”.
Cuerpo y política
El uso del cuerpo como estrategia y táctica en la política supone pensar qué hacen los actores políticos con sus cuerpos y cómo los usan. Caminan, bailan y posan, en una producción en la que la vestimenta no es simplemente un ropaje ni el movimiento es algo natural del ser humano que así nace. Los casos aquí analizados establecen una relación entre el modo Instagram de la vida y la política, en el uso/producción de ello como estrategia de llegada al público.
Usar el cuerpo es producir un contenido comunicacional/comunicable con el supuesto -hipótesis- de que el transporte de lo privado/íntimo mueve más en lo público/publicado que lo solemne, protocolar, formal y rutinario de la actividad política.
¡Cuerpo, cuánto te debemos cuerpo! pueden exclamar los realizadores de contenidos para Instagram que, en cada guion, diseñan la movilidad o quietud de los cuerpos, su desnudez o ropaje, y la ligazón/articulación permanente entre lo privado/íntimo y lo público que supone el interés general. Acaso, en Aristóteles, el hombre como un animal político. Trillada frase la del griego, que no es simplemente una frase puesto a que sugiere hacer todo lo posible con el cuerpo para representar la acción de un hacedor que representa a su comunidad.
El cuerpo del actor político está en acción con sociedades políticamente organizadas y en relación permanente con la comunidad en la que opera como tal. El cuerpo es parte de la digitalización de la vida porque la estrategia revela cómo hacen los productores para digitalizar los cuerpos, con tonos y formas, qué tipo de cuerpos difunden en determinadas circunstancias y con determinados intereses. La digitalización, -la de Instagram y todo lo que produce internet para sus pantallas en computadoras, teléfonos, televisores y tablets-, no es simplemente un canal, un medio o un aparato conectado a otro. Es lo que constituye el sistema en sí y todo lo que de él emana y opera.
Un hacedor es el cuerpo de un hombre que hace
El cuerpo convierte al hombre en un hacedor. Si se mueve, hace. Nada raro ni novedoso para el modo IG de la vida. La plataforma Instagram es utilizada con un elemento más de diseño en edición de video (un filtro) para producir en su molde: un efecto de imagen hace mover con ritmo de cumbia los cuerpos de los actores. Mueve la cintura en forma de arco y como si fueran elásticos.
El gobernador de Buenos Aires, Axel Kicillof, aparece elastizado porque estrenó el formato para llevar la política del desarrollo de la obra pública de su gestión de Gobierno a las redes sociales, con una estrategia que consiste en hacerlo primero en Instagram y luego sacarlo de ahí para transportar el contenido por otros medios de comunicación. Pensar la estrategia es pensar qué hacen los actores con sus cuerpos y cómo lo hacen.
El actor político entra y camina por una obra en construcción y el formato hace mover su cintura como si estuviera bailando una cumbia, lo que oficia de entretenimiento porque rompe el carácter solemne de lo político protocolar, va contra las formas rutinarias y tradicionales de producir la política, lo que sirve para mostrar la obra del gobernante con el supuesto de que lograría un mayor impacto con interacciones -y rebotes- en redes sociales.
El cuerpo del gobernante no es simplemente un cuerpo y un efecto más en IG no es solo un efecto. El cuerpo y la tecnología son elementos constitutivos de la subjetividad por cuanto a que son las posibilidades de hacer/producir/operar un mensaje. La subjetividad opera para armar y transportar un mensaje político que pretende convertir al gobernante en un hacedor. En este caso, Kicillof es el hombre que hace. El cuerpo es el contenido porque un hacedor es el cuerpo de un hombre que hace. Y lo que hace está construido por el valor de una acción: una obra pública supone un bien para la comunidad a la que el gobernante representa.
Tapada, pero desnuda
Una foto de tapa de María Julia Alsogaray en la revista Noticias durante la década del ´90 plantea el uso del cuerpo en modo IG de la vida: una imagen en la que la funcionaria, en tanto actora política, posa frente a la cámara siendo su cuerpo el principal elemento a tener en cuenta como contenido. El medio de comunicación le atribuye poder de “reinado” potenciando el cuerpo tapado, pero desnudado con una desnudez imaginada por el lector y, por lo tanto, como objeto de producción y consumo en el esquema de ricos, famosos y con poderes políticos. Por analogía, por esquema de procedimiento, la famosa tapa de María Julia no es nada distinta a la actualidad de producción de Instagram en las cuentas de Sol Pérez y Florencia Peña.
Qué hay debajo del tapado de piel que envuelve a una funcionaria famosa como si fuera un paquete del poder político de la Argentina privatista y neoliberal a fines del siglo XX, veinte años antes de la emergencia de la plataforma Instagram en el mercado tecno-discursivo de internet. El uso del cuerpo envuelto con un tapado de piel, pero con señales visuales de desnudo por debajo, rompe el molde de lo solemne, formal y protocolar que es tradición en la vida pública de los actores y las actoras de la política.
El lector de la tapa puede proyectar una imagen del cuerpo desnudo debajo del tapado: dar un paso hacia lo considerado privado e íntimo de la actora. Un tapado de piel en el cuerpo no es simplemente un tapado. El lector tiene dada en imagen fija (foto) la posibilidad de imaginársela desnuda y esa imaginación supone el éxito de una estrategia en el público y no simplemente un delirio de masas. El uso del cuerpo con el tapado de piel admite entonces una construcción de la vida privada/íntima en lo público con lujo y desnudez.
Atada o desatada: cómo la quieren ver
Cómo se la imaginan sus adversarios a Cristina Fernández de Kirchner. Si en la vida real no pueden –hacia 2024– lograr sus objetivos de poner su cuerpo en prisión, en las mediatizaciones la pintan enjaulada. Satisfacen así sus demandas en los procesos de comunicación para alentar a sus tribunas con elementos de ficción, pero siempre con el cuerpo como centralidad del contenido.
El uso del cuerpo de Cristina es parte constitutiva del antagonismo político que caracteriza a la Argentina en narrativas de peronistas y antiperonistas. El cuerpo es central en política porque determina cómo el adversario te imagina. Y cómo la quieren ver a Cristina desde las publicaciones identificadas con sus adversarios del antiperonismo: atada, amordazada, golpeada, presa, destruida y derrotada.
Una canasta de registros de publicaciones apunta al uso de su cuerpo con los mejores memes y otros relatos y otras formas narrativas de la tribuna. Se la imaginan prisionera con su cuerpo retenido, atada de manos, llevada/trasladada por alguien que pone a su cuerpo en prisión. Si esa es la imaginación en publicaciones ficcionadas, entonces, Cristina está suelta, libre y andante.
Molesta su cuerpo. En el mismo imaginario de adversarios, el cuerpo de Cristina es polémico porque anda libre y suelto, porque camina y baila, llena clubes, sube a escenarios y viste calzas. Su aparición en medios de comunicación fue múltiples veces narrada desde un estilo de su figura, lo físico del cuerpo, porque se pintó el pelo, adelgazó, usó zapatillas y calzas, o porque tiene arrugas en la cara y en las manos porque la edad de 69 años le pasa factura.
Bibliografía
Alonso, G. (2021). La invasión de lo ‘influencer’: cómo la cultura del yo se extiende por el cine, la música y las ciudades. Madrid. El País. 29/03/2021 https://elpais.com/icon/actualidad/2021-03-29/la-invasion-de-lo-influencer-como-la-cultura-del-yo-se-extiende-por-el-cine-la-musica-y-las-ciudades.html
Bezerra, B. Jr. (2002) O acaso da interioridade a suas repercussoes sobre a clínica. Rio de Janeiro. Contracapa.
Debord, G. (1967). La sociedad del espectáculo, Buenos Aires, La Marca.
Deleuze, G. (1991). Posdata sobre las sociedades de control. Montevideo. Nordan.
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Sibilia, P. (2017). Bullying: La vergüenza. Anfibia, Revista de la UNSAM, Buenos Aires, Argentina, 5/8/2017. http://revistaanfibia.com/ensayo/la-verguenza/
Sibilia, P. (2008). La intimidad como espectáculo. Buenos Aires. Ed. Fondo de Cultura Económica