Ana van Gelderen
Revista Lugares
La Nación
A Esquina no la fundó nunca nadie. Algunos hablan de “una aglutinación espontánea de gente”, pero no hay un acta ni una fecha. “Es el primer lugar de Corrientes adonde llegaron los europeos, liderados por el navegante Sebastián Gaboto, en 1528”, asegura Fernando Quevedo Orden, director de Patrimonio y Museos de esta ciudad correntina de 30 000 habitantes y de lapachos apurados por florecer.
“Llegó por el río y en sus cartas puso que ‘había entrado a un algodonal’. En rigor se había topado con una ribera repleta de palos borrachos que desprendían algo muy parecido al algodón”, agrega Quevedo Orden, que viene de una de las familias más antiguas de la zona.
Un tiempo después, en 1789, el español Benito Lamela trajo la imagen de santa Rita que dio lugar a la primera iglesia del pueblo, a siete cuadras de la iglesia actual. Y como solía ocurrir entonces, alrededor de la parroquia se agrupó el pueblo. Sin embargo, antes de la llegada de Lamela, algo de gente había en la zona. Porque el explorador español Félix de Azara en una carta de 1774 decía que en Esquina “hay tres ranchos donde está la posta”.
Pero hay más, porque semanas después de la batalla de Pago Largo (1839) Esquina fue destruida y vuelta a destruir el año siguiente. Recién en 1845 se repobló, ahora sí de forma definitiva y con marcada impronta italiana.
“Todo gracias a Giuseppe Garibaldi, que en 1842 perdió el combate de Costa Brava contra el almirante Guillermo Brown. El italiano luchaba por la flota del general uruguayo Fructuoso Rivera, mientras Brown por la Confederación. La cuestión es que Garibaldi escapó desnudo y cuando lo estaban por matar, Brown exclamó: ‘¡Déjenlo ir! ¡Es un bravo!’. Y le perdonó la vida a él y a varios de sus soldados. Los pobladores de Esquina los ayudaron a recuperarse, y al poco tiempo Garibaldi volvió a Italia y se convirtió en símbolo de la unificación. Pero, además, algunos de aquellos soldados que habían perdido la batalla volvieron a estas tierras y se asentaron, agradecidos por cómo los habían tratado”, relata Quevedo Orden en la víspera del aniversario 180 de aquella batalla y horas antes de inaugurar un monumento en el Paseo Italia de la costanera.

Italia se hace notar en múltiples rincones de Esquina. La calle Velazco, entre Lamela y Cabral, es muestra condensada y perfecta. Sin embargo, la arquitectura italianizante está en otras tantas casas sueltas y bien antiguas de la ciudad.
“El arquitecto Bernardo Pellegrini trajo moldes y ornamentó las casas. Algunas tienen un león, otras una estrella”, puntualiza Quevedo Orden mientras guía el recorrido por esta ciudad que duerme la siesta y no tiene edificios altos, pero sí gente que se conoce por el nombre y vive en calma. ¿Por qué la llamaron Esquina? Por el accidente geográfico de la confluencia del río Corriente –así, sin s– con el Paraná.

En Esquina hay una plaza 25 de Mayo y otra 9 de Julio (que también podrían llamarse San Martín y Belgrano). La distancia entre una y otra es de seis cuadras. Hay también una de las primeras sedes del Banco Nación y un puerto importante. Iluminado, cuando cae la noche se ve bonito desde el río Corriente, y se completa con una costanera que los fines de semana se llena de gente y muestra una cara clásica de nuestro país. Alcanza con la reposera, el mate y “la fresca”. La oferta de servicios también es amplia en cuanto a hosterías y posadas.
“Esta ciudad era muy pueblo hasta que en 1950 el gobernador Juan Filomeno Velazco –que era muy amigo de Juan Domingo Perón– le dio agua corriente, asfalto y un paseo municipal”, cuenta Quevedo Orden sobre este enclave elegido por pescadores que valoran el delta que se forma entre el río Corriente y el Paraná.

Sobre este punto, agrega un dato: Diego Armando Maradona venía a pescar a Esquina en busca de calma cuando las masas ya coreaban su nombre. Un video que circula por YouTube, donde se lo ve con dos dorados recién pescados, da fe de lo que dice. “La tranquilidad que tengo en Esquina… No la cambio por nada en el mundo. Poder compartir este momento en el pueblo de mis padres, que adoro. Hay tranquilidad, paz y belleza. Me gustaría que lo conozca todo el mundo”, dice el entonces jugador.
“Sus padres eran de acá; gente muy humilde. Chitoro y Tota. En los 80 apareció en una tapa revista donde decía que era su lugar en el mundo”, agrega el director de Patrimonio y Museos de esta localidad dónde, según dice, Maradona fue concebido, aunque luego haya nacido en Villa Fiorito.
A una hora del centro, estancia La Pelada es muestra cabal de lo que implica abrir las tranqueras para recibir turistas. Atendida por Augustito Röhner –hijo de Augusto Santiago Chungui Röhner–, recibe huéspedes en un campo de casco con galerías que dan para quedarse hasta tarde. Hay variedad de lagunas, costa sobre la calma del río Corriente, yacarés y flamencos, y muy buenos caballos con personal que sabe bien cómo compartir la vida de campo. “Mi papá heredó el campo en la década del 80 y lo usaba para criar vacas. Sociable y muy querido, en 1988 empezó a invitar cazadores de patos”, cuenta Augusto. Fue entonces que desde una agencia de turismo le ofrecieron recibir huéspedes a dormir. Al aceptar, se convirtió en pionero en alojar turistas en estancias.
Sobre el río Corriente, Augustito cuenta que tiene agua de estero porque nace en los desagües de Iberá. “El fondo es de arena y hay barrancas que lo encausan. Tiene 247 kilómetros de los cuales 60 corren en paralelo con el río Paraná y forman un delta lindísimo, con arroyos que se conectan. La biodiversidad es enorme”, apunta el dueño de casa y lo define como “el río más lindo del mundo”.